Marcel Ruiz Mejías Writer

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Intervenciones basadas en la mentalidad de crecimiento o ‘growth mindset’: ¿qué son y qué valor tienen para el alumnado?

¿Pueden mis capacidades aumentar durante mi vida? O, por el contrario, ¿cuento para mi desarrollo lo que he heredado de mis padres? Según la investigadora en psicología cognitiva y catedrática en la Universidad de Stanford Carol Dweck, en nosotros coexisten dos tipos de mentalidad que determinan cómo nos relacionamos con nuestras capacidades. Es lo que ella acuñó como ‘mentalidad fija’ y ‘mentalidad de crecimiento’. Asegura que las creencias que tenemos acerca de cómo son nuestra inteligencia y capacidades determinan cómo nos enfrentamos a nuestro día a día en la escuela y en la vida. Y eso está directamente relacionado con el grado de éxito y resultados que tiene el alumnado en la escuela.

¿Qué es la ‘mentalidad fija’ y la ‘mentalidad de crecimiento’?

Pongamos por ejemplo que un alumno cree firmemente que tiene una capacidad limitada, que no es muy inteligente y que así lo será siempre, que es incapaz de aprender cosas nuevas o que lo que se aprende en la escuela no sirve de nada. Quizá este tipo de creencias provengan de frases que este alumno se ha apropiado de su entorno, que quizá hayan dicho personas que han sido una referencia o autoridad para él durante su etapa de desarrollo, en la infancia o en la adolescencia. Estas frases pueden ser comentarios que, más bienintencionadamente o menos, sus padres le dijeron una vez en su niñez, o una profesora le comentó tras una etapa en un curso académico en la que por cualquier motivo no cosechaba buenos resultados. O incluso, quizá las haya escuchado en YouTube o en la televisión.

Sabemos hoy en día que el éxito de un alumno en su transición en la escuela no sólo viene determinada por sus capacidades, sino también por otros motivos tales como su situación socioeconómica, el entorno familiar, el tipo de educación familiar y escolar que recibe, entre otros. Así, este alumno puede que llegue a su mayoría de edad pensando que es una persona incapaz. Este es un caso quizá un poco extremo de ‘mentalidad fija’.

Propongamos ahora el caso de una alumna trabajadora en lo académico, que ha tenido un entorno favorable y personas a su alrededor con buenas dedicaciones laborales, estabilidad económica, y que además ha tenido cerca alguien que creyó en ella desde pequeña. Supongamos que a esta alumna le llegaron en algún momento refuerzos por parte de su entorno que premiaba y valoraba su empeño, además de que ella se sentía eficaz realizando las tareas de la escuela, por la que siempre recibía buenas calificaciones. Digamos que fue educada en un contexto donde se estimulaba también el esfuerzo personal. Esta alumna supo que tenía una gran capacidad. Es una alumna educada en el ambiente del ‘yo puedo’.

Las últimas evidencias en el estudio de las neurociencias y de la psicología cognitiva y educativa han dado como resultado el conocimiento de que la inteligencia de las personas, así como sus habilidades y capacidades, pueden mejorar con el tiempo. Esto nos puede sonar familiar e intuitivo, porque sabemos que con dedicación y práctica, se pueden adquirir nuevos conocimientos, y también que al utilizarlos repetidamente, la experiencia nos hace mejores, y nos permite poder llegar a un dominio más elevado de una cierta habilidad.

Para que esto suceda, la persona debe primero tener la convicción de que puede mejorar, cualquiera que sea la condición biológica ‘de salida’, pues el secreto no está en las capacidades de las cuales partimos, sino lo que hacemos con ellas. Y de ahí el papel de la educación. Esto lo tenemos que ubicar además en un contexto social donde comienza a calar una nueva reformulación del concepto de inteligencia, más allá de lo que se pueda cuantificar bajo un número tal como el cociente intelectual (CI), que se relaciona más bien con capacidades de tipo cognitivo, y no otras como por ejemplo de tipo emocional, sensoriales, creativas o motoras. 

‘Una mentalidad de crecimiento es creer que puedes desarrollar capacidades’. Carol Dweck.

En los trabajos de Carol Dweck, la investigadora y sus colaboradores comentan que en toda persona coexisten los dos tipos de mentalidad según el momento. El reto consiste en poder conseguir que una persona, o en este caso un alumno, sea capaz de situarse en aquella mentalidad que le sea más favorable para alcanzar buenos resultados a nivel académico, que sería el caso de tener una mentalidad de crecimiento, y que disfrute del placer del aprendizaje. 

¿Qué son las intervenciones basadas en la mentalidad de crecimiento?

A través de crear ‘paquetes’ de conocimiento en forma de clases, que provienen de estudios realizados en las últimas décadas en neurociencia y psicología cognitiva, Carol Dweck y otros investigadores en otros lugares del mundo creyeron que esto podía utilizarse para tratar de cambiar las creencias que el alumnado tiene asociado a su aprendizaje y sus capacidades. Algunos de estos mensajes derivan:

i. del descubrimiento de la plasticidad neuronal, que es el hecho de que las neuronas pueden adaptar su estructura y función a nuevas situaciones y contextos de la vida, 

ii. de las recientes evidencias sobre la existencia del fenómeno de la neurogéniesis o nacimiento de nuevas neuronas en el cerebro a lo largo de la vida, o 

iii. del hecho de que se haya medido en personas que el Coeficiente Intelectual, pese a ser una medida en desuso, puede aumentar entre periodos de tiempo distantes, en vez de decaer progresivamente, como comúnmente se cree. 

Hay mucho más conocimiento de este tipo con aplicabilidad en la educación, que converge en el campo de la neuroeducación. Este es, pues, el objetivo de las intervenciones basadas en la mentalidad de crecimiento. 

Con el impulso de los resultados del trabajo de Dweck y su teoría del aprendizaje, a lo largo de la última década existe un creciente interés por el efecto que este tipo de intervenciones puede tener en los resultados, motivación y bienestar de los alumnos. Se han publicado numerosos trabajos con los resultados de haber aplicado esta idea en diferentes contextos escolares y de diversas maneras. Por ejemplo, se han llevado a cabo intervenciones basadas en pequeños talleres sobre aprendizaje y neurociencia aplicada a la educación, o incluso basadas en una sola hora de contenidos, y así tratar de modificar las creencias del alumnado respecto a su aprendizaje. A pesar de ello, existe controversia en el hecho de que, en realidad, algunos de los trabajos publicados reportan los beneficios de esta práctica, mientras otros han reportado más bien su ineficacia. Incluso, algunos reportan una mezcla de resultados donde no queda del todo claro su efecto.

En los últimos años, han aparecido en la literatura del campo estudios de meta-análisis sobre este tema. Un estudio de meta-análisis es aquél en que se analizan varios trabajos sobre un tema concreto para tratar de averiguar si un procedimiento, tratamiento o intervención -en este caso-, es efectivo, y la magnitud del efecto que tiene, o en qué casos es efectivo y en cuáles no. Este tipo de trabajos de meta-análisis son muy comunes tanto en la experimentación clínica o psicológica, tras haber pasado varios años habiéndose testado una idea o tratamiento bajo una misma hipótesis.

Dos de los mecanismos cognitivos que subyacen nuestra mentalidad

Jeni Burnette, psicóloga investigadora de la Universidad de Carolina del Norte, comenta en un reciente artículo dos de los mecanismos cognitivos que son claves para entender el funcionamiento de la psique cuando se valora la mentalidad de una persona. Uno son las llamadas atribuciones, que en términos psicológicos se refieren a las explicaciones que damos en la causa de un evento en la vida. “Culparse a uno/a mismo/a a través de las propias debilidades como causa de lo que nos sucede, sea más o menos traumático, puede llevar a emociones negativas, o incluso depresión”, apuntan Burnette y coautores. “Cuando se atribuyen las causas de un suceso traumático a una condición innata, como por ejemplo ‘soy una persona ansiosa’, en vez de a un contexto o demanda de una situación, entonces la salud mental de la persona sufre”. Este mecanismo se relaciona con las inferencias o valoraciones que la persona hace sobre las causas de un suceso en la vida.

Otro mecanismo relacionado y distinto se refiere a la evaluación que la persona hace de las consecuencias de un evento. Se conoce como evaluación de las amenazas, y podría definirse como una la combinación de la severidad percibida -percepciones sobre el grado de daño- y la vulnerabilidad percibida -percepción sobre la posibilidad de que uno experimente daño- con respecto a la situación, excluyendo los aspectos positivos. Bajo esta idea, “las evaluaciones de amenazas que evalúan positivamente la capacidad de uno para manejar el factor estresante es algo que predice que la persona va a tener menos depresión. De manera similar, la creencia de que la consecuencia de experimentar estrés es estimuladora, más que debilitante, amortigua contra las consecuencias psicológicas de las situaciones estresantes de la vida”, comentan los autores en su artículo.

¿Qué se ha visto en los últimos trabajos?

Parece que una primera conclusión que se puede extraer es que los efectos de este tipo de intervenciones tienen principalmente efecto las personas que más se pueden beneficiar de ello, que en el campo académico corresponden a estudiantes con un nivel bajo de resultados y en riesgo de fracaso escolar, y con entonos desaventajados. Esto tiene todo el sentido, porque un alumno que no está en riesgo de fracaso escolar acostumbra a poseer los mecanismos adaptativos necesarios para no entrar en fases de decaimiento o depresión en su transición por los centros educativos. 

Otro aspecto importante es tratar de averiguar en qué condiciones este tipo de procedimientos funcionan mejor, es decir, qué contextos favorecen su eficacia. Como comenta en su artículo Jeni Brunette, este tipo de intervenciones tienen más garantías de éxito en un ambiente escolar en que existe o se aporta ‘el modo de pensar que se ofrece en la intervención’. Por ejemplo, en un trabajo publicado también este año por el equipo de Carol Dweck, los autores explican cómo la propia mentalidad de crecimiento de los profesores favorece su eficacia. Esto es relevante, también, en el hecho de que un estudiante no podría beneficiarse de esto en un contexto on-line o de estudio personal, recibiendo los conocimientos y trabajándolos e integrándolos por sí mismo, sino que se hace necesario el soporte del profesorado, en línea con el objetivo. 

Finalmente, es clave la fidelidad con que se llevan a cabo estas intervenciones, para lograr una reproducibilidad y evaluación de su eficacia apropiadas. En este sentido, los investigadores que durante los últimos años han puesto en marcha este tipo de procedimientos, se han encontrado con una falta de estandarización de los protocolos con líneas de trabajo empíricamente testadas. Esto puede explicar en mucha parte la variabilidad de resultados que se han reportado. De todas maneras, es cierto que existe un potencial de este tipo de procedimientos para ayudar al estudiantado más desfavorecido. Con el objetivo de lograr la equidad y justicia del sistema educativo, se debería perseguir una sociedad orientada al cuidado de las generaciones más jóvenes. Sin ir más lejos, estas intervenciones se podrían tomar, entonces, como una herramienta más.

Brunette y sus colaboradores indican que es importante tener en cuenta que estas intervenciones no se pueden basar solo en el mensaje de esfuerzo, ya que estos mensajes pueden aumentar la culpa y lograr un efecto indeseado, como contribuir a evaluaciones pesimistas sobre el potencial de mejora. En cambio, se pueden transmitir mensajes de crecimiento compensatorio que ayudan a mantener los beneficios de la mentalidad de crecimiento sin los costes potenciales. Estos mensajes se dirigen, y de manera explícita, a los dos mecanismos cognitivos antes descritos, para expresar que las personas no tienen la culpa, pero sí que tienen la capacidad para manejar los factores estresantes.

Indudablemente, queda trabajo por hacer para llegar a un entendimiento suficiente del efecto y las condiciones en que este tipo de intervenciones puedan ser útiles y utilizadas de manera generalizada. Por otra parte, Jani Brunette también indica que la mentalidad sobre las emociones, es decir, la creencia de que las emociones son fijas o maleables, también podría ser un aspecto sobre el que actuar para lograr una mejor salud mental de las personas y lograr que florezcan a lo largo de sus vidas.

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Para saber más:

Burnette, Jeni L., Joseph Billingsley, and Crystal L. Hoyt. "Harnessing growth mindsets to help individuals flourish." Social and Personality Psychology Compass 16.3 (2022): e12657.

Yeager, David S., et al. "Teacher mindsets help explain where a growth-mindset intervention does and doesn’t work." Psychological Science 33.1 (2022): 18-32.