Reduccionismo biológico: ¿qué es y en qué nos afecta?

¿Es posible explicar el comportamiento humano mediante el funcionamiento del cerebro? ¿Podemos atribuir el aprendizaje a la creación de un conjunto de conexiones neuronales?

Muchos pensamos que nuestro comportamiento es consecuencia del nivel de estas moléculas: por ejemplo, si tengo más dopamina o serotonina me siento mejor, si tengo más cortisol estoy más inquieto y estresado… Pero ¿lo que somos, es consecuencia únicamente de nuestra biología?

Algunas voces tratan de hacernos comprender que nuestro cerebro es un enjambre de moléculas neurotransmisoras y otros componentes neuroquímicos. Y que cuando nos sentimos mal, se trata de que alguno de los componentes tiene un nivel inadecuado.

Como consecuencia, parece que ‘mover una palanca’ para restaurar estos niveles es suficiente.

El ‘aparente’ equilibrio homeostático cerebral

Sin duda, una gran cantidad de literatura científica apoya que existen neurotransmisores del bienestar, como los que hemos nombrado: la serotonina y la dopamina. ¿Pero cómo funciona todo esto? En el cerebro hay cientos de pequeñas moléculas neurotransmisoras y neuromoduladoras, es decir, que contribuyen a afinar o desafinar procesos que suceden dentro de nuestros cerebros. Parece que lograr un equilibrio estable es más bien lo que nunca sucede. Volviendo a las preguntas iniciales: ¿este equilibrio –que llamamos ‘homeostático’ desde la ciencia– determina que uno/a esté bien?

El método científico se caracteriza por ‘cortar’ un problema, o una situación –que podemos llamar sistema– en varios trozos, y analizar cómo funciona cada uno. Esto es así porque los problemas o situaciones que existen en la naturaleza y en el universo son tremendamente complejos, y entenderlos tal cual con las herramientas que tenemos y nuestra capacidad de entendimiento es prácticamente imposible para la mayoría de nosotros.

 

Por lo tanto, este método, ‘reduce’ un problema al estudio de sus partes. Podríamos por ejemplo utilizar la siguiente metáfora para explicarlo:

 

“Un grupo de científicos en Inglaterra coincide que, al observar un fenómeno X, tienen delante una cola larga con pelos.

-  Sin duda, tras nuestros experimentos, tenemos delante una cola de caballo.

 

Otro grupo, en Alemania, observa que el objeto que tiene delante, y tras años de investigar, tiene cuatro patas.

-  Creemos que el objeto X es un cuadrúpedo. Seguramente un perro – sostienen.

 

Un tercer grupo de investigación, analizando el objeto X, deducen tras sus experimentos que tiene dos ojos y una trompa.

-  Nosotros creemos que tenemos delante un elefante.

Finalmente, un grupo en España, cotejando en la literatura científica, utiliza las investigaciones de los otros tres grupos y concluye que el objeto X es un oso hormiguero.”

 

Imagen generada con Copilot

 

Mono, ¿verdad? Seguramente los cuatro grupos tienen razón y sus deducciones e inferencias tras el análisis de sus experimentos son ciertas. Pero la naturaleza de la ciencia es así. De ahí que para estar seguros de que el objeto X es un oso hormiguero, son necesarias réplicas de los experimentos, y que coincidan.

Pero cuando hablamos del comportamiento de una persona, la cosa se complica. Para estudiarla, los científicos han utilizado la aproximación del objeto X desde hace siglos. Y ha llegado el punto en que, cuando un animal de laboratorio realiza una tarea o comportamiento y se mira en el cerebro qué ha pasado, es común que se atribuya un cambio biológico ‘pequeño’ para explicar ese comportamiento –por ejemplo, que se establezcan algunas nuevas conexiones, o que nazcan algunas espinas dendríticas como producto del aprendizaje–, cuando el cerebro es, lógicamente, más grande y tiene muchas más partes y elementos que pueden cambiar.

Esto no invalida que los hallazgos biológicos sean ciertos. Pero hace que tengamos la sensación de que un pequeño cambio en el cerebro puede explicar un nuevo estado, como por ejemplo parar de malestar a bienestar. Esta sería una primera explicación del significado de ‘reduccionismo biológico’.

 

La crítica al reduccionismo biológico

Hace un par de días, di con este vídeo de Nacho Roura.


Sin duda, el reduccionismo biológico es una crítica venida de otras áreas del conocimiento, concretamente de la psicología, aunque también muchas veces de la educación. Esto es así porque estas dos áreas entienden perfectamente que el comportamiento de las personas no se puede entender sin la interacción del individuo con el entorno. Por ejemplo, existen múltiples creencias, sobre las que sostenemos nuestra manera de hacer, que nos apropiamos del exterior, de personas importantes para nosotros, o de lugares a los cuales le atribuimos significado, como puede ser un slogan en un cartel de la marca de pantalones que tanto nos gusta.

Lo interesante de la ciencia, es que, como apunta Nacho Roura en su vídeo, avise de que puede ser reduccionista. Esto nos alerta de que debemos mantener una posición escéptica ante un descubrimiento o un dato arrojado por la ciencia, y no darlo por válido a la ligera.

 

¿Qué consecuencias tiene el reduccionismo biológico para nosotros?

En primer lugar, que pensemos que el hecho de no estar bien es una consecuencia nuestra, o de que no queramos estar bien. Primero, porque esto significa explicar la situación de a una persona a través de ella misma. Después, porque el estado de una persona depende de muchos factores: de ella en una pequeña parte; de las múltiples interacciones que tiene a su alrededor en un momento dado; de las vivencias que esta persona ha tenido en el pasado y de cómo las interpreta ella y su entorno.

En segundo lugar, que pensemos que, moviendo una palanca de nuestra biología, todo se va a poner bien, o mal. No es tan sencillo: la farmacología puede ayudarnos a sentir mejor, sí. Pero para que una persona florezca en un entorno, el campo y la tierra tienen que ser fértiles y las condiciones meteorológicas adecuadas. Y el hecho de que esto suceda así no siempre depende de la persona. Y a la inversa. Comúnmente nos culpamos de que en una situación no hemos operado bien, pero seguramente habría que mirar todo el sistema para darnos cuenta de que operamos de la mejor manera posible según las circunstancias.

Y tercero, que nos ‘casemos’ con una única manera de explicarnos las cosas. La ciencia, entendida como la biología, es una construcción humana que permite acercarnos a cómo son las cosas. A nosotros como humanos y a la naturaleza de lo que hay allí fuera. Pero existen otras, como la psicología, la educación, las ciencias sociales, el arte o las matemáticas. Todas estas tienen sus metodologías para entender los fenómenos propios o externos, sus interacciones, y están, o deberían estar al servicio de las personas para comprendernos mejor, para avanzar en nuestras vidas, y para hacernos ver que solo sumando las partes nos daremos cuenta de que el todo es más que el producto de esa suma.

Quizá de esta manera transitemos las subidas y bajadas de la vida con mayor consciencia. O quizá no, quizá sólo debamos transitarlas y ya está. Sin más.

 

 

 

 

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