Aparcad las criaturas

En las últimas semanas, y en un contexto educativo, el uso del smartphone en la adolescencia se está debatiendo en profundidad en Cataluña. Y no deja de tocarme de cerca por tener un preadolescente en casa y otro en camino, a la expectativa de lo que nos depare el futuro. Por estos motivos me he visto con la necesidad de comentarlo.

Lejos de ser algo que tenga fácil solución, muchas familias tenemos miedo, porque sabemos que lo que sucede en las vidas de nuestros hijos a través de los dispositivos digitales está fuera de nuestro control, y puede contribuir a generar conductas que pongan su salud en una situación delicada. A la vez, nos va la mar de bien que de vez en cuando haya un poco de tranquilidad en casa. Esto nos adentra en uno de los círculos más perversos y contradictorios del terreno doméstico.

Partiendo de esta complejidad, en que ni siquiera los expertos tienen suficiente información como para guiar a jóvenes, familias y educadores, en Cataluña se ha propuesto la prohibición del uso de smartphones hasta los 16 años de edad. Pero sabemos por la historia que las prohibiciones no han tenido mucho éxito, más allá de aumentar el deseo de hacer exactamente lo contrario.

David Bueno, director de la Cátedra de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona, escribió el pasado 5 de diciembre un artículo en El Punt Avui titulado Aparteu les criatures —Apartad las criaturas—. Recomiendo su lectura, entre otras cosas, porque aporta palabras sosegadas, y por marcar puntos de partida y referencia en este debate. 



“Hay cuestiones muy actuales en que, por mucho que intentemos pensar que sabemos mucho, estamos lejos de tener el conocimiento necesario para entenderlas bien”. David Bueno.


A raíz de esto, la comunidad educativa, entendida como aquella formada por las personas involucradas en la educación de los jóvenes —ellos incluidos—, estamos tratando de desovillar en las últimas semanas la situación. La ausencia de alineación en  familias, educadores y jóvenes para proteger a una generación que se  desarrolla en un contexto social y económico delicado, contribuye a la sensación de que el uso del móvil se nos está yendo de las manos.

Bueno sostiene como opinión personal que la prohibición sería contraproducente, después de analizar en su artículo las evidencias a mano más recientes. También pone en relevancia el papel de las familias de no rehuir a su responsabilidad en el acompañamiento de los jóvenes, destacando que no hay indicativos de que un uso moderado y tutelado de los móviles sea contraproducente.


Estirando del hilo

Si sirve como ayuda, quisiera aportar dos evidencias más, moviéndome un par o tres de años atrás.

1. En la línea del alcance que tiene el uso de las tecnologías digitales en exceso, en 2021, investigadoras de la Universidad de Burgos, de Murcia y de La Rioja concluyen de una muestra de más de 600 adolescentes de entre 13 y 18 años que una impulsividad disfuncional en la adolescencia está directamente conectada con el uso abusivo del móvil. 

Para entenderlo un poco mejor, las autoras definen que existen dos tipos de impulsividad: una funcional y otra disfuncional, con base en otros trabajos previos. La impulsividad funcional ocurriría cuando procesamos rápido la información, habitualmente conduciéndonos a respuestas correctas, mientras que la impulsividad disfuncional es una tendencia a tomar decisiones rápidas, poco planificadas e impulsivas que podrían dar lugar a errores o problemas (1).

2. Este otro estudio fue publicado en 2020 por dos investigadores de la Universidad Libre de Berlín, en una muestra de 116 participantes de 22 años de media. Exploraron la relación que hay entre el uso del smartphone y la necesidad de tener recompensas rápidas. Concluyeron que el uso de móviles y la toma de decisiones impulsiva van de la mano. 

Los autores explican que los seres humanos y otros animales solemos reducir nuestras recompensas en función del retraso en su entrega, lo que implica que una recompensa recibida hoy vale más que la misma recompensa recibida en un momento posterior, incluso siendo la más lejana mayor. Esto tiene que ver, pero a la inversa, con la gratificación aplazada, que permite que nos aguantemos de recompensas inmediatas para que sean mayores y más duraderas (2).


“El cerebro es un órgano plástico y maleable, que va haciendo y rehaciendo sus conexiones neuronales de acuerdo con programas genéticos internos y con la interacción del exterior”, comenta Bueno en su artículo.

Efectivamente, aplazar las recompensas tiene una relación directa con el logro académico y el éxito en la adultez, que en este caso podríamos entender como llevar adelante nuestras vidas de manera independiente y con recursos suficientes para atender nuestras necesidades y las de los que están a nuestro cargo. Hay que tener en cuenta cuál es la naturaleza de estas recompensas —de qué tipo son—, porque ya hemos hablado en otras ocasiones que nos movemos adelante gracias a ellas, y en definitiva, las necesitamos.


Observaciones finales

Para ir terminando, y agradeciendo a los ojos curiosos haberme seguido hasta aquí, lanzo la siguiente pregunta: ¿en qué medida el hecho de que nuestros jóvenes sean excesivamente impulsivos tiene que ver con lo que los adultos hemos construido y nuestra propia impulsividad? Volviendo a palabras de David Bueno y a lo que reportan varios estudios, el entorno determina en más medida cómo se da forma a esas conexiones que van haciendo que nos adaptemos, más que el mapa genético con el que estamos programados. 


Estaría bien levantar la cabeza y observar con perspectiva, para darnos cuenta de cuál es ese entorno. Mirar el porqué estamos teniendo este tipo de consecuencias. Me atrevería a decir que vamos a dar, por un lado —en palabras de Zygmunt Bauman— con un mundo de modernidad líquida y volátil, que nos lleva a vivir en la inmediatez. Por otro, con conductas que aprendemos y que se transmiten de generación en generación, si no vamos con cuidado. Y finalmente, con la necesidad de huir de todo ello.


Creo además que nuestros deseos y nuestra líbido, entendida como energía corporal —aunque de manera menos romántica, en definitiva, la química que hay detrás— nos mueven hacia adelante. Averiguar cuáles son estos deseos, de dónde provienen, cómo actuamos para satisfacerlos y qué nos aportan puede ser buen ejercicio de autoconocimiento. Está en juego nuestra salud, incluida la mental, y la de los que vienen detrás.



Para saber más

Bueno, D. (5 de diciembre de 2023) Aparteu les criatures. El Punt Avui. https://www.elpuntavui.cat/opinio/article/8-articles/2362082-aparteu-les-criatures.html

(1) Pérez de Albéniz Garrote, G., Rubio, L., Medina Gómez, B., & Buedo-Guirado, C. (2021). Smartphone abuse amongst adolescents: the role of impulsivity and sensation seeking. Frontiers in Psychology, 12, 746626.

(2) van Endert, T. S., & Mohr, P. N. (2020). Likes and impulsivity: Investigating the relationship between actual smartphone use and delay discounting. PloS one, 15(11), e0241383.

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